No tuve que ir al cielo para conocer a mi ángel de la guarda, pues desde allí, me enviaron a MIMI. Ahora se la han llevado de vuelta.
Mil gracias mi amada Mimi, por amarme y mirarme como nadie lo ha hecho jamás, por estar siempre a mi lado sin reproches, ni juicios, por ese gran amor que me has dado, por tu consuelo y tu compañía siempre, en los buenos y en los no tan buenos momentos, por dejarte achuchar y besar hasta el infinito sin protestar cuando lo necesitaba, por ser la más bonita y la mejor perra del mundo con todo el que tuvo la suerte de conocerte y lo orgullosa que me he sentido de ti, mi preciosa Mimi.
Te quiero como tú sabes que te quiero, espérame jugando con Coco y Nala y por favor, venid a buscarme cuando llegué mi momento. Cada día pensaré en vosotros, recordaré vuestro suave tacto y vuestros sonidos al abrazaros y os llevaré en mi corazón hasta ese día.