Chana fue un regalo del cielo que llegó a mí hace ahora trece años. Era pequeñita, blanca, suave y esponjosa como una nube chiquita. Fue una luchadora hasta el final, pero la última piedra de su camino era tan grande como una montaña – leucemia en estadio IV – así que no le quedó mas remedio que volver a transformarse en nube para poder saltarla. Sé que está feliz, lo sé cuando miro al cielo. Como también sé que me estará esperando para volver a estar juntas. Te quiero y te querré siempre mi niña!