Avatar

Mi gordinchi. Tu nombre es lo de menos. Te encontraron los de una protectora vagando por una gasolinera. Llevabas marcada la oreja con la seña de “castrado”. Tu origen siempre fue desconocido y extraño. Acarreabas una enfermedad que después pudimos curar. Siempre resultará una angustiosa incógnita para mí el saber que una criatura tan dulce, tan inocente, podía andar sola y desamparada por la vida, y mucho más después de ver de qué forma tan rápida y natural me diste tu confianza desde el primer minuto. Me hiciste muy feliz…mucho. Vivimos juntos solos los dos durante 4 años en un piso de 50 metros cuadrados, del que no podía moverme por mis fracturas. Tú llenaste de Luz el tormento de mis dolores e incapacidades. Me diste tu amor, porque yo lo sentía perfectamente cuando te abrazaba durante minutos: muchas veces lo comentamos, el hecho de que no era un comportamiento de felino. Noble, cariñoso, inteligente. Fuimos felices y nos dimos lo máximo el uno al otro y con eso me quedo…y con el corazón roto y un vacío extraordinariamente más grande que el espacio que pudieras haber ocupado nunca. Ya no sufrirás más los ataques de celos del trasto ni tendrás que pasar más veces por quirófano. Ahora eres libre, pero duele, duele mucho tu ausencia compañero, justo ahora que tenías el mejor de los lugares para holgazanear a gusto… Tenemos que aceptar lo que la naturaleza decide, supongo. Aún no sé como se hace. Supongo que lo iré descubriendo.”Un Ser cuya sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir. Hay algo más hermoso que pueda decirse de alguien?”. No creo que Miguel Delibes se ofendiera por usar este pequeño párrafo para honrarte, sobre todo si fuera consciente de la terrible oquedad que has dejado en todo mi Ser, mi espacio, mi corazón, mis silencios, mis costumbres, mis alegrías… Vete en paz querido amigo. Hay seres que no deberían nacer nunca y otros que nunca deberían marcharse, y ese eres tú, mi querido Avatar de los dioses.