SATUR

Satur, llegaste a nuestras vidas un día por azar. Te trajeron de una ciudad donde te abandonaron cuando sólo contabas con un mes y medio por este mundo que empezó tratándote mal. Te encontrabas en la calle debajo de un coche. Aún así traías contigo la alegría que tu juventud te regalaba, la alegría que rebosaba de tus ojitos marrones llenos de bondad y que llenaste nuestras vidas de todo lo bueno que emanaba de tu precioso y juguetón cuerpo. Conociste a tu hermano que te miraba al principio como pensando que ibas a quitarle su puesto,  y fíjate, luego os hicisteis inseparables.

Eras protector pero extremadamente cariñoso, de ahí todos los amigos que hiciste por ser como eres (perretes y humanos). Oías tu nombre y movías la colita como si no pudieses controlarla.

Has dejado un vacío físico que jamás se podrá llenar pues eres, como el resto de animalejos, único, pero nos llenaste de amor y cariño de manera tal que tú mismo nos reconfortas con sólo pensar en ti.

Mi queridísimo hijito, te quiero como a mi misma vida y siempre te querré.

Perdóname si en algún momento te alcé la voz, siquiera por avisarte de algún peligro pues ningún ser como vosotros os merecéis una voz más alta que otra; y gracias por haber llenado nuestras vidas con tu alegría, bondad y simpatía.

Tu padre que te quiso, te quiere y te querrá siempre con un cariño infinito mi Satur.